COSAS DE MADRID
El veinticuatro de junio de 1858, festividad de San Juan,
un surtidor de gran altura, colocado sobre una fuente en la calle de San
Bernardo, frente al monasterio de Montserrat, significaba el primer
servicio de agua corriente en la capital de España.
Procedía del depósito situado en el antiguo Campo de Guardias, que desde entonces airea su decorativa silueta en el mismo lugar.
La
reina y sus ministros, junto con el alcalde de Madrid, que era por
entonces el duque de Sesto, asistieron a la inauguración. Mezclado con
el público el hombre gracias a cuyo esfuerzo el proyecto de traer hasta
la ciudad las aguas del canal de Lozoya era una tangible realidad. Bravo
Murillo, caído en desgracia por una de esas ingratitudes políticas tan
frecuentes. Menos mal que la posteridad pondría las cosas en su sitio y
la calle que lleva el nombre de este extremeño ilustre ( nació en
Fregenal de la Sierra. provincia de Badajoz ) acoge en sus comienzos las
instalaciones del Canal de Isabel II, con sus dos primitivos depósitos
como estandartes de tan beneficiosa actividad. A este trozo de calle se
le llamó tiempos atrás "Mala de Francia" y ello se
debía al vicio tan característico del pueblo madrileño que consiste, ni
más ni menos, que en hablar de oído, es una corrupción de malle, que en
francés quiere decir maleta o valija de correo. Fue, en denominación de
sus contemporáneos, " camino del correo de Francia".
La traida de aguas del Lozoya resolvería un grave problema
para Madrid, puesto que como en todas la épocas precedentes la capital
venía suministrándose de los muy rudimentarios " viajes " musulmanes,
casi agotados en esa fecha por el exceso de población. Se acababa la
escasez del líquido preciado, aunque surgía inmediatamente otro
trastorno social, el del millar más o menos de aguadores que iban
directamente al paro. También salía ganando la ciudad en cuanto a
higiene personal y limpieza urbana, pues como dijera el propio Bravo
Murillo el día de la inauguración : "Ahora nos podemos lavar casi todos".
Porque hay que ponerse en la piel - sucia, claro - de esas personas
que no disponían de un servicio de agua fluido y suficiente. Hay que
tenerle mucha afición al aseo personal para lavarse diariamente y no
cuando ya no queda otro remedio y el individuo en cuestión observa como,
a su sola presencia, las narices de los demás cambian vertiginosamente
de rumbo.
Al duque de Sesto le había venido de rebote el
acontecimiento, pero supo aprovecharlo trazando una amplia red de
alcantarillado que cubría la mayor parte de Madrid. Otro efecto
secundario consistió en la instalación de urinarios públicos, moda muy a
la francesa que el alcalde aristócrata importaría de sus frecuentes
viajes al Paris civilizado. " Columnas mingitorias ",
en definición popular por su forma ampulosa. Bien se ve que las gentes
de Madrid habían comenzado ya a expresarse de esa manera campanuda,
entre solemne y grotesca, que nos ha hecho célebres. Aunque expresiones
aparte, el coste de un servicio tan liviano, donde además el material
corre por cuenta del usuario se les antojó excesivo a esas buenas gentes
de Madrid . "¿ Diez reales por mear? / caramba, que caro es esto / ¿cuanto cobra por cagar el señor duque de Sesto?
¡¡¡COSAS DE ESTE MADRID DE MIS AMORES!!!
Del blog: imagenesantiguasmadrid
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